La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras.

¿La emoción? Pídela al número
que mueve y gobierna al mundo.
Templa el sagrado instrumento
más allá del sentimiento.
Deja al sordo, deja al mudo,
al solícito y al rudo.
Nada temas, al contrario,
si en el rayo de una estrella
logras calcinar la huella
de tu sueño solitario.


Alfonso Reyes

Au creuset de l´âme se forgent les désirs,
croît, fraiche et touffue, la tendresse,
imitant ton ombre,
inventant ton absence
si profonde, si soutenue.
Aujourd´hui je te songe,
amante:
étoile au sommet, trace
d´une lente violette.

Obscurément belle la solitude germe en mon corps.
Aujourd´hui je te songe, amante:
jouons au vent et au froid.
Ton nom me semble pureté, froide et inimitable.

Et du ciel à la terre,
de cette étoile au sommet au doux bruit de ton sein
descendent à ineffable vitesse
tels l´écume rouge
de hâtifs baisers,
durs baisers,
cruels baisers de glace en ma mémoire.

Un cri d´agonie, un blasphème
vire au gris tes seins,
et mon rêve,
et le noble parfum de ton sexe.

Qu´attendons-nous, ma soeur,
de cette aurore naissante
qui nous fatigue tant?
Vois l´étoile,
elle est blanche et non bleue.
Regarde-la, et que tes yeux demeurent des roses parfaites.

Efraín Huerta
Traduction de Claude Major

El caracol del ansia, ansiosamente
se adhirió a las pupilas, y una especie de muerte
a latigazos creó lo inesperado.
A pausas de veneno, la desdichada flor de la miseria
nos penetró en el alma, dulcemente,
con esa lenta furia de quien sabe lo que hace.

Flor de la perversión, noche perfecta,
tantas veces deseable maravilla y tormenta.
Noche de una piedad que helaba nuestros labios.
Noche de a ciencia cierta saber por qué se ama.
Noche de ahogarme siempre en tu ola de miedo.
Noche de ahogarte siempre en mi sordo desvelo.

Noche de una lujuria de torpes niños locos.
Noche de asesinatos y sólo suave sangre.
Noche de uñas y dientes, mentes de calosfrío.
Noches de no oír nada y ser todo, imperfectos.
Hermosa y santa noche de crueles bestezuelas.

Y el caracol del ansia, obsesionante,
mataba las pupilas, y mil odiosas muertes
a golpes de milagro crearon lo más sagrado.
Fue una noche de espanto, la noche de los diablos.
Noche de corazones pobres y enloquecidos,
de espinas en los dedos y agua hirviendo en los labios.
Noche de fango y miel, de alcohol y de belleza,
de sudor como llanto y llanto como espejos.
Noche de ser dos frutos en su plena amargura:
frutos que, estremecidos, se exprimían a sí mismos.

Yo no recuerdo, amada, en qué instante de fuego
la noche fue muriendo en tus brazos de oro.
La tibia sombra huyó de tu aplastado pecho,
y eras una guitarra bellamente marchita.
Los cuchillos de frío segaron las penumbras
y en tu vientre de plata se hizo la luz del alba.

Efraín Huerta

Ardía el caballero con sus ojeras rotas
llameaba su piel e iluminaba la ciudad
Moría de hambre el capitán Fiallo
acostado en su lecho de una bruta piel de toro
y un leño por almohada

brasa de muerte y soledad
                                     rezos y campanadas
esquilas como cementerios del aire
Ardía desde el corazón hasta el vientre del valle
al que tardíamente había llegado
capitán
            caballerode los pobres
Tan tarde así que ya el crepúsculo era anciano
y las estelas eran viejas de siglos
El que moría era pálido como sus hazañas
y el oro de su bolso no cabría nunca en su tumba
porque —digo— había llegado tarde y nunca supo
caballero de codicia
                                capitány encomendero
que a un paso de su vida y a un paso de su muerte
yacían los tesoros las joyas del olvido
los caracoles de reluciente esperma marina
y la silenciosa pureza del cristal de roca

Y entonces muere el más rico de los pobres sin saberlo
el pobre
(el de pan duro mojado en agua serenada
el de un leño de mezquite por almohada
el dormido en una bruta piel de toro)
el capitán español
el benefactor español
el encomendero español
el bien llamado
el bienamado capitán   Fiallo
el pobre
(Oaxaca tiene una calle con su nombre)
tan honradamente pobre como un vals empobrecido
(tiene también Oaxaca un sucio cine antiguo teatro llamado Macedonio Alcalá
y allí el vals Dios nunca muere se arrastra entre ratas
como el propio Alcalá moribundo en su negro petate)
tan pobre el capitán que sus niños y niñas lloraron
como muertecitos de alambre
y sus lágrimas eran de yeso
y los corregidores frailes y tenientes volvieron el estómago
al pie de los laureles de bronce
Pues en el horizonte
                              al poniente
y junto a montes color de tigre
una colina como una leona en reposo
se preñaba de rayos y de lluvia
(Xipetótec desollaba el agua, el relámpago y la Tumba 7)
porque el capitán —pintado al óleo a la entrada del museo—
había muerto tan aterido y flaco como un murciélago en su urna
y la riqueza ignorada y desdeñada podía esperar dos siglos
El capitán no tuvo perlas ni ámbares ni caracoles
ni oros ni plata ni azabaches ni turquesas
ni dagas de obsidiana ni pedernales ni cristales de roca
Mísero capitán
                       encomendero español
muerto como un perrito
                                    como un perrito muerto
a la sombra de la sonora carcajada de Cosijo
en el corazón del marquesado
en la raíz de los tesoros
en el pulmón lunar de la noche mixteca
a un tiro de arcabuz de un pectoral
ennegrecido y turbio
como su amarga vida de bien aconsejada hipocresía
   Descanse en paz
                              capitán
                                          Fiallo de nombre

Efraín Huerta

Apoyada
En este hombro
Eres mi alba derecha
Apoyada
En el otro
Sos mi
        Puntero
        Izquierdo

Efraín Huerta

Guardo en mi pecho un trono
para la madre mía:
que aunque ella me dio el ser, yo la perdono…
porque no supo el daño que me hacía.

Julio Flórez

Golpea el mar el casco del navío
que me aleja de ti, patria adorada.
Es medianoche; el cielo está sombrío;
negra la inmensidad alborotada.

Desde la yerta proa, la mirada
hundo en las grandes sombras del vacío;
mis húmedas pupilas no ven nada.
Qué ardiente el aire; el corazón qué frío.

Y pienso, oh patria, en tu aflicción, y pienso
en que ya no he de verte. Y un gemido
profundo exhalo entre el negror inmenso.

Un marino despierta… se incorpora…
aguza en las tinieblas el oído
y oigo que dice a media voz ¿Quién llora?

Julio Flórez