Pálida restituye a su elemento
Su ya esplendor purpúreo casta rosa,
Que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
Gloria del Sol, lisonja fue del viento.

El mismo que espiró suave aliento
Fresca, espira marchita y siempre hermosa;
No yace, no, en la tierra, mas reposa,
Negándole aun el hado lo violento.

Sus hojas sí, no su fragancia, llora
En polvo el patrio Betis, hojas bellas,
Que aun en polvo el materno Tejo dora.

Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas
Flores que ilustra otra mejor Aurora,
Cuyo caduco aljófar son estrellas.

Luis de Góngora y Argote, 1610

Esta en forma elegante, oh peregrino,
De pórfido luciente dura llave
El pincel niega al mundo más süave,
Que dio espíritu a leño, vida a lino.

Su nombre, aun de mayor aliento dino
Que en los clarines de la Fama cabe,
El campo ilustra de ese mármol grave.
Venérale, y prosigue tu camino.

Yace el Griego. Heredó Naturaleza
Arte, y el Arte, estudio; Iris, colores;
Febo, luces —si no sombras, Morfeo.—

Tanta urna, a pesar de su dureza,
Lágrimas beba y cuantos suda olores
Corteza funeral de árbol sabeo.

Luis de Góngora y Argote, 1614

Purpúreo creced, rayo luciente
Del Sol de las Españas, que en dorado
Ya trono el Tíber os verá sagrado
Leyes dar algún día a su corriente.

De coronas entonces vos la frente,
Vuestro Padre de orbes coronado,
Deba el mundo un redil, deba un cayado
A vuestras llaves, a su espada ardiente.

Creced a fines tan esclarecidos,
Oh vos, a cuyo glorïoso manto
Sombra son eritreos esplendores,

Y en quien debidamente repetidos
De vuestros dos se ven progenitores
El nombre, lo católico, lo santo.

Luis de Góngora y Argote, 1620

Culto Jurado, si mi bella dama
—En cuyo generoso mortal manto
Arde, como en cristal de templo santo,
De un limpio amor la más ilustre llama—

Tu musa inspira, vivirá tu fama
Sin invidiar tu noble patria a Manto,
Y ornarte ha en premio de tu dulce canto
No de verde laurel caduca rama,

Sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
Bellos efectos, pues la causa es bella;

Que no habrá piedra, planta, ni persona,
Que suspensa no siga el tierno acento,
Siendo tuya la voz, y el canto de ella.

Luis de Góngora y Argote, 1583

Dulce arroyuelo de la nieve fría
Bajaba mudamente desatado,
Y del silencio que guardaba helado
En labios de claveles se reía.

Con sus floridos márgenes partía
Si no su amor Fileno, su cuidado;
No ha visto a su Belisa, y ha dorado
El sol casi los términos del día.

Con lágrimas turbando la corriente,
El llanto en perlas coronó las flores,
Que ya bebieron en cristal la risa.

Llegó en esto Belisa,
La alba en los blancos lirios de su frente,
Y en sus divinos ojos los amores,

Que de un casto veneno
La esperanza alimentan de Fileno.

Luis de Góngora y Argote, 1620

Cual parece al romper de la mañana
Aljófar blanco sobre frescas rosas,
O cual por manos hecha, artificiosas,
Bordadura de perlas sobre grana,

Tales de mi pastora soberana
Parecían las lágrimas hermosas
Sobre las dos mejillas milagrosas,
De quien mezcladas leche y sangre mana.

Lanzando a vueltas de su tierno llanto
Un ardiente suspiro de su pecho,
Tal que el más duro canto enterneciera,

Si enternecer bastara un duro canto,
Mirad qué habrá con un corazón hecho,
Que al llanto y al suspiro fue de cera.

Luis de Góngora y Argote, 1582

La plaza, un jardín fresco; los tablados,
Un encañado de diversas flores;
Los toros, doce tigres matadores,
A lanza y a rejón despedazados;

La jineta, dos puestos coronados
De príncipes, de grandes, de señores;
Las libreas, bellísimos colores,
Arcos del cielo, o proprios o imitados;

Los caballos, favonios andaluces,
Gastándole al Perú oro en los frenos,
Y los rayos al sol en los jaeces,

Al trasponer de Febo ya las luces
En mejores adargas, aunque menos,
Pisuerga vio lo que Genil mil veces.

Luis de Góngora y Argote, 1603

Cisnes de Guadiana, a sus riberas
Llegué, y a vuestra dulce compañía,
Cuya suave métrica armonía
Desata montes y reduce fieras;

No a escuchar vuestras voces lisonjeras,
Sino al segundo ilustrador del día
Consagralle la humilde Musa mía,
Que cantó burlas y eterniza veras,

Al Apolo de España, al de Ayamonte
Culto honor. Si labraren vuestras plumas
Digna corona a su gloriosa frente,

Flores a vuestro estilo dará el monte,
Candor a vuestros versos las espumas
De Helicona darán y de su frente.

Luis de Góngora y Argote, 1607

Señores Corteggiantes, ¿quién sus días
De cudicioso gasta o lisonjero
Con todos estos príncipes de acero
Que me han desempedrado las encías?

Nunca yo tope con Sus Señorías,
Sino con media libra de carnero,
Tope manso, alimento verdadero,
De Jesuítas sanctas Compañías.

Con nadie hablo, todos son mis amos,
Quien no me da, no quiero que me cueste;
Que un árbol grande tiene gruesos ramos.

No me pidan que fíe ni que preste,
Sino que algunas veces nos veamos,
Y sea el fin de mi soneto éste.

Luis de Góngora y Argote, 1610

—¡A la Mamora, militares cruces!
¡Galanes de la Corte, a la Mamora!
Sed capitanes en latín ahora
Los que en romance ha tanto que sois duces.

¡Arma, arma, ensilla, carga! —¿Qué? ¿Arcabuces?
—No, gofo, sino aquesa cantimplora.
Las plumas riza, las espuelas dora.
—¿Ármase España ya contra avestruces?

—Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño!
Partiendo me quedé, y quedando paso
A acumularte en Africa despojos.

—¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño!
¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso
A la lengua del agua de mis ojos!

Luis de Góngora y Argote, 1614