Un grito en el silencio
una mueca diferente
un error en mi existencia.
Difícil dar marcha atrás
pues la vida es vida y lanza.
Es un canto
es una aventura
es un sueño.
Me quiero confesar y tengo miedo
pues mejor no decir
para no oír.
No entiendo el miedo,
lo único que no entiendo,
lo único que maldigo
es querer retorcer la realidad.
Déjame vivir
déjame poseer sin ser esclavo.
Fíjate en estas palabras
fíjate y lee entre líneas
le dice el abuelo al niño.
Y todo ello a un niño
que no comprende.
No comprende más allá de la pizarra
más allá de sus cejas
más allá de lo que ha visto u oído
más allá de sus amigos.
Y sin renunciar busca,
busca el río,
busca controlar la potencia de sus manos,
los impulsos de su mente.
Pero al final todos consideran
que es mejor discrepar
en esta jaula de animales
en esta jungla.
Todo vale
y todos contra mí.
Me pregunto por las imágenes del pasado
cuando en realidad
me pregunto por todo,
pues no encuentro la llave.
Cuando en realidad buscas
la luz y el canto.
Ahora comprendo a Don Mendo
y presumo de su amistad.

Agustín de la Poza

Allí donde naces
penumbra de estrellas
navego firme
en la falúa,
tendido en popa.
Suplico al adefesio reptil,
espejo misericordioso
diseminado de ideas,
profano.
Difícil proselitismo
en primavera de otoño.
Desnuda tu barro
y descubre el entorno.
La cara oculta esconde tu hermosura.
Pierdo la naturaleza
con tu nombre presente,
olvidando la vida por vivir.
De ideas otoñales
vegetando en tu recóndito agujero.
Mi decir que decir tiene
sin rechazo traducido
sin intención conjuntada.

Agustín de la Poza

Ha llegado mi hora.
La hora de entregarme,
por caminos diferentes
y abandonando las palabras.
Mi frío cuerpo de muerte
junto al leve roce de tu pelo
se entregan al frío desierto.
Me fui alejando,
cada vez más cerca.
La oscuridad y las ráfagas
son paso a paso mi tormento
en mi oscura memoria
formando humos, sombras y sueños.
Deseo regresar
y vivir lo cotidiano
sin perder la pauta
y comprando la vida a segundos.
Siempre con la interrogante,
siempre con el espíritu en la boca,
siempre con la sonrisa en la boca
para vestir de blanco mi cuerpo cansado.
Mi existencia está inquieta,
y no se divierte, porque está muerta.

Agustín de la Poza