Cuando muere el plenilunio,
Llega prodiga la menguante sana,
Aparece entonces una mujer desnuda,
Sentada en la luna hamaca,
Urdiendo con sus propios cabellos
El universo todo.

De su intrincada trama,
Emergen las estrellas, los luceros, los cometas,
Y sus inagotables greñas,
Años luz perdidas,
Desafían el tiempo,
Hurgando los agujeros negros
Saltando a tiempos ya vividos
O a ignotas galaxias y sistemas,
Cuya luz aun viaja
Ajena y distante
De sus ojos azules infinitos.
Desde el primer Big Bang
Su tejumbre empieza
Y al final de los tiempos,
Cuando se abran los siete sellos
Y los siete Ángeles suenen las siete trompetas,
Será cuando del uso penda
El último de sus cabellos canos;
Para que todo vuelva de nuevo
Al ínfimo y único punto de fin o de partida,
Siempre y cuando la mujer de Ulises,
En la oscuridad sin luna,
A hurtadillas, prolongue al infinito
En un ritual eterno,
Desurdiendo en silencio lo tejido.

Carlos Eduardo Alfaro Velásquez