Mujer sin nombre donde el amor se solaza,
brasa ardiente de la entraña
que solo amando se apaga.
En ella me regocijo y comparto
este íntimo momento de carne húmeda
que transfigura mi ser, cósmico y delirante,
que acechante yace y crece
en tus resquicios secretos.
¡Atenazante suplicio convergente,
postergado en tus caderas!

Abel Salazar V.
Costa Rica

Lejano lagarto luminoso que extiendes
tu vientre de arena en el mar.
Reptil trashumante de estático vuelo
que sueño en secreto en mi ausencia espectral.
¡Silueta incrustada de sombras!
Enorme cetáceo de incandescentes escamas
que surcan tu cuerpo anormal
y extienden tu cola tierra adentro,
¡en desorden!, como un gigantesco desove
de cien mil noctilucas tratando de escapar.
¡Isla anquilosada al continente!
Brazo acorazado que contienes exhausto
el continuo embate de intenciones cercenantes.
¡Serpiente hibernante
del origen anegado en el silencio!
Vasto ictiosauro que anidas la rémora
innumerable y pescadora,
rémora primitiva que sustenta
el asténico aliento en que agonizas,
¡especie extinta!, extinta y perdida
en la carcomida penumbra de lo incierto.
¡Cáscara de sílice y de luna
que inmisericorde sacude el viento!
Ola que acompasa el tiempo inmemorial,
la brisa se herrumbra en tu cuerpo,
y entre tus aguas corruptas
sucumbes cual nave encallada,
sin rumbo y sin puerto, en espera de la ola fatal.

Abel Salazar V.
Costa Rica

Mudo testimonio del origen,
habitante ausente  de nuestro calendario conocido.
Ciudad incógnita y secreta,
duro camino de un sol fallecido, atravesado…
Puñales azules:
piedra mítica insepulta y carcomida;
trenzas tristes y descalzas,
polvo perpetuo, dormido.
Denso material de sueños sin rumbo
en el recóndito tránsito
de los Tezcatlípocas eternos;
muerte mínima y dispersa,
exilio de cuerpos y de sombras, fuego sin reposo.
Movimiento de flores desdentadas,
paso cósmico,
paso
sin tu voz extendida,
extendida por la verde vagina incesante
donde Malinali renace y permanece
como mudo testimonio del Origen…

Abel Salazar V.
Costa Rica

A Nicolás Guillén

Boga el bongo a manta abierta:
¡Mangle, gangoche y madera!,
ritmo de remo quebrando
el agua plástica y densa.
Un tronco pasa flotando
como un cocodrilo manso
y el bonguero «espadillando»
esquiva el acecho, largo.
Ritmo de remo quebrando
el agua plástica y densa.
Apacible cruza el bongo
su marcha cansada y vieja:
el bongo corta las olas
como si fueran de cera.
Rompe el norte amenazante
como un gallo en pie de guerra,
más el bongo y navegante
le conjuran saltando
de cresta en cresta:
el bongo corta las olas
como si fueran de arena.
Larga lengua de madera
mojada de son y brea,
ola tímida y ligera
que en su canto se repliega
y se pierde fugitiva entre su profunda huella.
Boga el bongo a manta abierta:
¡Mangle, gangoche y madera!,
¡Soplo vegetal,! ¡aliento apenas!,
traza tu rumbo de estrellas,
corta el viento y la marea,
cabalga entre tu son de sombras
y entre tus sombras navega.

Abel Salazar V.
Costa Rica

A Nicolás Guillén

Porque fuimos hechos de arena trasnochada
sin el sueño grande de furia dominante,
la luz del horizonte fallece en el presente,
en este lugar bello de raras invenciones,
de atmósfera verbal, trivial, general, pasiva.
Sus habitantes lentos perdieron sus raíces,
aspiración perenne  de blancos sin frontera.
De los pasados sueños
quedan en el rostro ya solo cicatrices:
la huella de la estirpe es hoy solo una sombra;
el hombre ya no escucha la voz profunda
de este suelo forjado por el fuego.
El sonido ancestral fue trasmutado
cortando el paso mineral,
la línea de los signos y los ritos
y hoy somos otros:
somos dos bajo una piel extraña.
El sueño ha sido profanado, traicionado,
¡perdido en el orden sustituto
del orden indescifrable de las cosas!
El silencio de las piedras presagia un rumbo errado.
El hombre se levanta sin sol y sin estrellas
y ciego, con su piel más clara a cada día,
en el misterio vital sucumbe sin respuesta.
La huella se tuerce y se retuerce en el camino:
sin la voz, sin la luz, sin la armonía, sin la paz…
¡Los engañados!,
ya nunca alcanzarán  EL SUEÑO…
porque así fue dispuesto
desde el comienzo de todas las cosas.

Abel Salazar V.
Costa Rica

Estos dos cangrejos pequeñitos,
ensimismados e inquietos
que llamo manos —por no tener
otro nombre donde sostenerlos—
se pasan la vida pintando,
escribiendo,
tramando caricias,
pasiones y versos;
se mueven al ritmo de la música, ¡oyendo!;
se duermen tranquilos
como pedazos de cielo
que suelta la tarde en invierno;
se pasan la vida anhelando el calor de otros sueños,
—que juntos persiguen como dos buenos perros.—
Son mis dos tenazas de carne y silencio,
son mi voz,
mi boca,
mi aliento;
son mis dos cangrejos que juegan juntos
en la playa mientras sueño.

Abel Salazar V.
Costa Rica

Yo tengo para ti
el silencio de amasar
las noches sin luz.
¡Yo tengo para ti
mis manos y mis sueños!

Si temes caer,
dime, ¿ por qué vuelas?
Si temes volar,
¿ para qué despegas?
Si temes amar,
¿ para qué me esperas?
Si temes vivir,
¿ por qué me deseas?
Si temes luchar,
si temes morir,
si temes sufrir…
¡ Rompe tu desvelo!
¡ Desgarra esa pesadilla y tu destierro
de nubes y silencio!
¡ Vive!
Abre tu ilusión como una concha.
¡ Desnuda al Ruiseñor!
¡ y déjate caer, amando siempre plena!

 ¿Qué viento luminoso me hizo descubrirte
en el vasto territorio de mis sueños?
¿Qué mágica luz te hace aparecer
como un destello y desaparecer
como el agua transparente del arroyo?
¿De qué extraño material has sido concebida?
Tú, que anidas tus recuerdos en mi alma;
tú, que cabalgas en mi carne
como cien potros por la pampa.
¿De qué violento volcán emergiste,
tempestuosa figura de hermética voz
y temperamento claro?
Tú, que naufragas
en el silencio alucinado de mis ilusiones.
¡Diáfana doncella, de metas definidas y concretas!
Tú,  que has hecho brotar de la noche
el resplandor original de la vida.
Tú, fuerza sin número ni límite.
Tú,  que has hundido para siempre en mí
el pequeño sonido de tus pasos.
Tú, nocturna gaviota de vuelo infinito y solitario.

Era en la penumbra el grito silencioso,
¡crescendo vigoroso!
Inmenso fragor de mariposas
destilando gota a gota
su rítmico tañir en el centro de la luz:
Espiga clara que retas al viento
con tu frágil movimiento de espuma y playa.
Aliento diáfano y sereno,
nube ausente y cristalina:
tu danza es de otras manos…para otra gente.
Eres boca suave y melodiosa
que canta sin decir palabra,
y te derramas con fuerza irreprimible,
bogando por la escena
en tu danzar vertiginoso
de brisa y arena
sin pisar.

Cruda vibración de gotas cadentes,
silencio duro, penetrante,
donde la confusa dimensión
de las palabras parece transparente.
Ausente aletear de mandíbulas locas;
pavoroso clamor de mil hogueras nebulosas.
Preso sueño intermitente.
Rota saeta indefinida.
Impotente minotauro.
Fuerza insospechada y contenida.
Distancia clara, honesta, exacta.
Muda prisión.
Idea elemental y primitiva;
ímpetu profundo que naufraga
donde respira la vida.

Un temor de perros
asedia como el viento,
tu pequeño aletear de mariposas.
Un velo oscuro, impostergable,
te asciende desde el vuelo radical
de nuestra aurora:
¡Oh mañana diminuta!
¡Oh candor de cántaros y oficios!
de sueños largos y ligeros,
¡de manos vacías de cósmicas caricias!

Abel Salazar V.
Costa Rica

En el espacio curvo de tu voz
—instante mínimo, incomprensible, vago,
te desatas y desnudas
con la claridad crepuscular de la ola pasajera,
laberinto tormentoso de destellos incongruentes;
volcánico lazo imperceptible,
devastado por hambrientas caricias
de largas cabelleras frías.
Delgado manantial de sílabas ausentes,
profundas:
relámpago invisible de luz interminable.
¡Ciego, oscuro!,
alzo mi voz para alcanzarte
más allá del sonido transitorio de mis pasos;
y te ocultas en el fuego
crisálida lunar dormida,
en el fuego implacable,
dormida, insepulta y torturada.

A veces con tu frío silencio
abres mi tristeza a bocanadas,
empujándome al encierro:
¡aislado!  ¡solo!
Trato de reír apartando la amargura,
trato de huir arrastrando mis desvelos,
trato de volar
mirándome caer, ¡impotente!,
buscando en la noche
una nube solitaria que seguir
o una estrella que amar…

La luz reticular de un bombillo
palpa tus senos recónditos
en la soledad de este rincón indescifrable,
de este rincón sin tiempo, sin nombre,
en la paz agitada de los sueños
de escasa ceremonia y de frases silenciosas.
Tu cuerpo, entonces,
surge plano a plano
calado por esa extraña luz
de anhelos inconclusos y secretos,
y en este asombro sonámbulo
el deseo fornica con el miedo
mientras miro mi mano vacía…
Afuera, un grillo sistemático
se carcome en el silencio:
Tú no estás.

Un día te encontré
con la cabeza baja
como una gaviota
por la playa.

Tu paso silencioso alzaba su vuelo temeroso
hundiéndose en mi sueño detenido,
fémina plena, que creces palmo a palmo
junto a mi traviesa caricia capilar:
¡mujer que toco!,
y al tocar evoco la noche que cubre su cuerpo
y mi cuerpo extenso y anhelante. ¡Mujer!
¡Mujer diversa de firmeza insondable y misteriosa!
¡Mujer que afloras en el tiempo!,
tu paso arduo por los años se trasmuta en amor.
Voz cotidiana que crece, me  estremece
y multiplica en mi recuerdo.
¡Mujer que irrumpes en mi cuerpo
reclamando su trozo de vida luminosa!
¡Mujer que me reúnes por la noche
cuál la noche puntualiza sus estrellas!
¡Mujer de paso diverso!,
cabeza que encierra la joya presentida;
pequeño tesoro que repite su fuente día a día,
pequeño manantial de luz inagotable;
caluroso candor que alcanza
la infinita dimensión de nuestras almas.
¡Mujer!, caricia cotidiana que enciende nuestra piel;
tras el beso indeclinable y tempestuoso,
la unión ancestral nos ha de descubrir,
devorando las noches eternamente fusionados.

Abel Salazar V.
Costa Rica

Tú fuiste la misma en otro tiempo…
Tú fuiste quien perdió la huella en el oscuro laberinto:
¡tú!, la misma doncella misteriosa que desde el origen
ha esparcido en mi entraña, el temblor del encuentro
de los tiempos de los siglos. ¡Mujer asida a mi sueño!
¡Tú! Canción sin palabras que me amarra a la vida;
agua primitiva del deseo que creces
sobre todo lo construido
como un atavismo salvaje y caprichoso,
fuente encarnizada de mi sed infecunda.
¡Simiente del silencio prolongado!,
extiende tu yo hasta alcanzarme;
¡aférrate a mí! Lacérame y verásbrotar
¡la luz transfigurada de nuestros cuerpos!,
la luz prometida de los cielos,
la luz envolviendo nuestro vuelo,
la luz, atravesando el vacío del tiempo y el viento.
¡La maldición del silencio!, el silencio destrozado,
la luz señalando el mutuo camino verdadero:
la misma luz derramando tus senos,
apretándose en tus dedos,
apretando el suspiro tendido
de tu cadera sorprendida,
en el murmullo semidesnudo de la hierba  y de la piedra.

Abel Salazar V.
Costa Rica

Tangible devenir
de la aurora presentida,
tangible como el viento de los sauces,
intangible, inasible y pasajero.
Espíritu abismal que pasas y estremeces
llamando a lo profundo,
agua misteriosa que vislumbro y que no alcanzo,
hembra fecunda de lúdico vuelo,
complemento de la forma,
raíz de mi poder inagotable,
enigma latente e ilusorio,
solución esencial que se pierde en el rito
—ahí donde no hay lugar para los ritos—
que se pierde en el temor,
ahí donde vivir marca el único sentido.
Solución que me abate y avergüenza.
Solución que adivino en la fusión
que sólo podremos descifrar al proclamar
nuestra mutua esencia invulnerable.

Para que un rayo de sol despierte
en el hueco intrascendente de tu seno,
sembraré de mañanas tu cabeza;
cabalgaré tu cintura
como si tu cuerpo a cada paso
estallara en eléctricas descargas,
y tu alma se hinchara como vela
entre mis caricias antológicas.
Sentiré quebrarse tus desvelos
de mágica tortura,
los veré deshacerse
entre mis furtivos anhelos
y nunca como antes
mi amada y compañera
extrañaremos la aurora;
pues aunque estemos lejos y acechantes,
tu corola genital arderá hasta el día
en que, desnudo y transparente
atraviese las sábanas con que se cubrió el ocaso.

Abel Salazar V.
Costa Rica