PRIMER MISTERIO GOZOSO: LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS

El ángel te saluda «Ave María»,
estás llena de gracia ante el Señor,
eres mujer bendita por tu amor,
y en ti espera cumplir la profecía.

Tu seno virginal concebiría
al Hijo del excelso creador.
Manifiestas al ángel tu candor.
Es tu pureza mística alcancía.

Te informa que Isabel, estéril, vieja,
pues nada hay imposible al Hacedor,
tendrá un hijo y ya está en el sexto mes.

En tu decoro el cielo se despeja,
te ofreces como esclava, con fervor,
y a la sombra de Dios vendrá la mies.

              **

Eres, María, hermosa, fiel, sencilla,
un cántaro colmado de inocencia,
el Padre tiene en ti su complacencia,
tú granarás vigor de su semilla.

Por tu cancel avanzará la arcilla
a la inmortalidad, a su presencia;
abrirás, con tu fe y su providencia,
el acceso a la Vida en la otra orilla.

Tú conoces la Ley, las Escrituras,
sabes el riesgo de tu decisión
y vences la ancestral debilidad.

Dices «fiat» al Rey de las alturas
y en el misterio de la encarnación
te hace sagrario de su caridad.

              **

La sombra del paráclito divino
desciende sobre ti con plenitud,
el Verbo se hace carne en tu virtud,
tu vaso inmaculado, cristalino.

Resplandeces con brillo diamantino
porque albergas al Hijo de la Luz,
te embarga celestial beatitud
y entiendes la razón de tu destino.

Eres el arca de la libertad,
del heredero al trono de David,
de Cristo, de Jesús el Salvador.

En tus entrañas late la Verdad,
será su sangre el zumo de la vid
y será el pan su cuerpo ensalzador.

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SEGUNDO MISTERIO GOZOSO:
LA VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL

Traspasas la llanura de Esdrelón
y las montañas de Jerusalén,
en tu vientre se mece el dulce Bien,
y llegas a Ain-Karín, cerca de Hebrón.

En Isabel estalla la emoción:
¡Bendita tú y el fruto de Belén!,
rendidamente has pronunciado amén
y eres cauce de eterna salvación.

El hijo que Isabel espera ansiosa
afirma, desde el seno, la existencia
del Mesías, que en tu interior reposa.

E Isabel te declara fiel, dichosa,
pues obedeces a la Providencia
por tu «fiat», tu ofrenda generosa.

              **

Desbordante de fe y de valentía,
aceleradamente vas a darte,
a servir, a ayudar, a sincerarte,
a derramar cariño, cortesía.

Es encuentro de gozo, de alegría.
Isabel se conmueve al abrazarte.
Tú alabas al Señor por desposarte.
¡Estás llena de Dios, de Eucaristía!.

Isabel, por milagro, va a ser madre
del Precursor, profeta del Altísimo,
que mostrará el sendero del perdón.

Tú proclamas la majestad del Padre,
en ti se da misericordiosísimo,
y es tu carne la cuna de su don.

              **

Una explosión de luz, de claridad,
una confirmación de profecías,
palabras de David y de Isaías,
brotan de vuestros labios con piedad.

Tú, María, adelantas la verdad
que viene a revelar tu hijo, el Mesías,
más allá de las mil teologías
que excluyen la indulgencia y la bondad.

Son ecos, resonancias del pasado,
compendiados en Santas Escrituras,
predicciones del Bienaventurado.

Son memorias del pueblo sojuzgado.
Se van a terminar sus desventuras
cuando el Reino pascual sea instaurado.
 

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TERCER MISTERIO GOZOSO: EL NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS

Viene la luz al mundo peregrino
por tu jardín cercado de armonía,
por tu fuente sellada, por la vía
de tu incólume cáliz femenino.

Eres la senda clara, leal camino
para iniciar la fértil travesía
y encontrar a Jesús. En ti, María,
está el tesoro del caudal divino.

Por la puerta cerrada del Oriente
alumbra el Sol la cepa desvalida
desde aquel sí donado humildemente.

La gloria del Señor luce en tu frente,
ha sido tu modestia enaltecida
y Dios duerme en tus brazos blandamente.

              **

Canta el gallo en la aurora renacida,
un nuevo día asoma por Belén,
en un pesebre está la Paz, el Bien
que vencerá a la muerte con su vida.

Tiemblas por su presencia, conmovida,
y el futuro se turbará también
de admiración, pues en Jerusalén
concederá la tierra prometida.

Sembrará el eucarístico alimento,
elevará al espíritu inmortal
hasta alcanzar el célico aposento.

En la mañana de su nacimiento
la creación es pila bautismal
y en tus brazos palpita el Sacramento.

              **

El Niño, que reposa en la pobreza,
es el Ser uno y trino, el omnisciente,
dueño del firmamento, omnipotente,
el arca de la espiritual riqueza.

El nace cada día en la tristeza,
en el hambre y la sed del penitente,
en la fe y caridad del oferente,
en la flor virginal de la pureza.

Por ti, María, madre medianera
entre el Reino y sus hijos desterrados,
se ha derribado la mortal frontera.

La Trinidad ha izado su bandera
para los justos bienaventurados
que en ti logran la dicha postrimera.

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CUARTO MISTERIO GOZOSO:
LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO

Ya han transcurrido los cuarenta días
desde la fecha en que nació Emmanuel,
Rey de naciones, lumbre de Israel,
la salvación del mundo, el Mesías.

Y tú, que siendo virgen, concebías,
y tú, la vencedora de Luzbel,
madre del niño-Dios, del nuevo Abel,
respetas a las bajas jerarquías.

Permaneces de pie en el antetemplo,
esperas te reciba el sacerdote,
vas a purificarte, sin pecado.

Tu sumisión es magistral ejemplo
y dos tórtolas es sobrado lote
para ser un mortal mundificado.

              **

En la Casa del Padre hay alegría
al presentar a tu hijo al Creador,
es el Hijo enviado por su amor
y, en el altar sagrado, Eucaristía.

Revela su divina cercanía
y te anuncian la espada del dolor,
la cruenta redención por el pastor
de estrellas, en Calvario de agonía.

Te maravilla el justo Simeón
y Ana, la profetisa, que en Él ven
la palabra encarnada y la esperanza.

Cristo es el signo de contradicción,
para el ateo racional desdén
y para el justo Bienaventuranza.

              **

El primer fruto al templo pertenece,
según dijo Yahvé al fiel Moisés,
y es, María, tu primeriza mies
la bendita semilla que florece.

La ley en veinte siclos establece,
como precio, el rescate del burgués,
mas tú eres pobre y es bastante des
dos tórtolas, ¡y gratis Dios se ofrece…!.

Con cada humillación Él se engrandece,
en el pesebre brilla más su gloria
y su nombre supera todo nombre.

Tu purificación Él enaltece,
con tu obediencia alcanzas la victoria
y el Ser Supremo en ti se ha hecho hombre.

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QUINTO MISTERIO GOZOSO:
EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO

Doce años cumple el Niño de Belén,
ya es «hijo del precepto», y sumiso
va a observar el antiguo compromiso
de ir al templo, sito en Jerusalén.

Sois su familia el único sostén
porque es joven aún, y así es preciso
que estéis pendientes de Él, pues un aviso
tenéis de la misión del Sumo Bien.

Salís de Nazaret en caravana
para conmemorar el sacrificio,
el rito de la Pascua de Yahvé.

El recuerdo de la feliz mañana
que eximió al pueblo hebreo del suplicio
al señalar sus puertas con la fe.

              **

Pasados cinco días del festejo
volvéis a Nazaret, vuestro destino.
Después de una jornada de camino
no halláis al Niño-Dios en el cortejo.

Tu esposo, el fiel José, gime perplejo.
Tú, apenada, presientes el espino
revelado en la Biblia, brutal sino
del que hace un hombre nuevo al hombre viejo.

Son tres días de búsqueda infructuosa,
interrogando a amigos y parientes,
presos de incertidumbre y de dolor.

Tú, María, angustiada, temblorosa,
alzas al Padre súplicas fervientes
por la vida del joven Salvador.

              **

Te sorprendes al verle en compañía
de unos sabios doctores asombrados
escuchando a un chiquillo, embelesados
ante su excepcional sabiduría.

Le dices a Jesús que te dolía
no haber sido su padre y tú informados,
tres días le buscasteis, desolados,
pensando si algún mal le sucedía.

Él responde extrañado, ¿os inquietabais
conociendo el mandato, el ocuparme
en cosas de mi Padre, en la misión?.

No entendisteis, mas ambos lo esperabais.
Vuelves con tu hijo a casa y ni un adarme
olvidaba tu absorto corazón.

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PRIMER MISTERIO DOLOROSO: LA ORACIÓN DE JESÚS EN EL HUERTO

Finalizado el cántico y la cena
hacia Getsemaní se encaminaron,
las sombras de la noche enmascararon
los rostros demudados por la pena.

Llevaban de tristeza su alma llena.
Ocho, a la entrada, para orar quedaron;
Pedro, Santiago y Juan acompañaron
a Jesús. Empezaba la condena.

Se alejó de ellos pálido, afligido,
de hinojos se postró, la frente en tierra,
y elevó al Padre bueno su plegaria.

Estaba atribulado, decaído,
y su materia, que a existir se aferra,
pedía su razón originaria.

              **

Jesús medita brutalmente herido,
rasgado por contrarios sentimientos
de olvido o redención. Sus pensamientos
viajan de gloria a oprobio. Está aturdido.

Pedro, Santiago y Juan ya se han dormido
y Cristo les reprende. Sus tormentos,
las causas de profundos sufrimientos,
son vilezas del hombre redimido.

Ruega al Padre le exima del martirio,
le aparte el cáliz portador de Cruz,
le salve de la muerte y la agonía.

Suda sangre abrumado en su delirio,
y dice, al recibir de Dios la luz,
haré tu voluntad y no la mía

              **

Bajo el anciano olivo, con horror
al cruento final, al sacrificio,
de rodillas, humilde, es su cilicio
apurar el acíbar del dolor.

No hará su voluntad porque es Amor.
Y su carne, rebelde ante el suplicio,
enrojece su arcilla, el edificio
que sufrirá su Cruz de vencedor.

Estalla la liturgia del perdón,
Es carmesí holocausto al trasvenarse.
Será mártir por todos sus hermanos.

Es la primera sangre de Pasión.
Él es el alto precio y al donarse
abre la salvación a los cristianos.

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SEGUNDO MISTERIO DOLOROSO:
LA FLAGELACIÓN DEL SEÑOR ATADO A LA COLUMNA

Los azotes desgarran su figura
con la mano brutal de la injusticia,
del desprecio, del odio y la malicia
de un mundo anonadado en su hermosura.

Es un surco sangrante su ternura.
Esparce la semilla, la primicia
del fruto inmaculado. La sevicia
del látigo su génesis madura.

Se somete al martirio con valor.
Su silencio es la voz de enamorado
eximiendo al amado del castigo.

Atado a la columna del dolor,
el cuerpo malherido, lacerado,
es oblación de excepcional amigo.

              **

Le fustigan con fuertes latigazos,
le flagelan con pesos en la cuerda.
Cesan de cuando en cuando, que no pierda
la vida por continuos cimbronazos.

Le arrancan piel y carne en mil pedazos
los sádicos soldados, y así muerda
su humillación, el barro le remuerda
y afirme que Satán le ató en sus lazos.

Pilatos sólo intenta complacer
a los que actúan alevosamente
por orgullo, codicia y vanidad.

No desea valerse del poder
para causar la muerte a un inocente
que insiste, torturado, en la Verdad.

              **

Le despojan de humana dignidad,
amancillan su honor y su derecho
como persona libre. Y por su pecho
surge el oasis de la caridad.

Es enorme su celo y su bondad.
No permite en su ánimo el despecho
por lesiones y ofensas que le han hecho
y con su sangre sella su piedad.

Subsiste, solitario, abandonado,
su pueblo ya ha elegido a Barabbás,
y ha pedido que a Él le crucifiquen.

Desvalido, maltrecho, ensangrentado,
va al sacrificio, sin volverse atrás;
llegará el día en que le glorifiquen.

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TERCER MISTERIO DOLOROSO: LA CORONACIÓN DE ESPINAS

Con soeces insultos, los soldados
despegan a Jesús de sus vestidos
arrastrando los restos adheridos,
reabriendo los surcos coagulados.

Manan dogma los músculos rasgados
y un manto rojo oprime sus latidos,
se concentran en todos sus sentidos
deserciones y agravios aceptados.

Con espinas taladran su cabeza
coronándole rey de los judíos
y por cetro le entregan una caña.

Desconcertados ante su nobleza
le escupen, le apalean, los impíos,
pues les turba una sensación extraña.

              **

Circundan su cerebro las espinas,
le atraviesan agudos pensamientos
de aflicción. Se resigna a los tormentos
para salvar las ánimas mezquinas.

Derrocharán su pan en las esquinas,
arrancarán su vid y sus sarmientos,
le agobiarán con súplicas, lamentos,
le clavarán mil veces las espinas.

Mas lleva la corona bien ceñida,
el amor se derrama por su frente
y sujeta la caña con honor.

Resiste los puyazos, la embestida
del desamor, que hiere cruelmente,
y pide al Padre aumente su valor.

              **

Las espinas clavadas en su frente
dañan más en su tierno corazón.
Agiganta el dolor de su pasión
la soledad cercándole la mente.

La tibieza futura del creyente
le ciñe con perfidia y decepción,
es difícil sufrir la sinrazón
del hombre, ante la gloria indiferente.

Le duele ver su credo incomprendido.
La frialdad le asquea, le repugna,
su vértice punzante le conmueve.

Se ofrece por el mundo descreído.
Porque a la indiferencia Él impugna,
será el cordero de la parasceve.

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CUARTO MISTERIO DOLOROSO:  JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS

Sobrelleva la Cruz de su agonía
descarnando sus pies en la andadura.
Sube por el sendero, con dulzura,
a cumplir la sagrada profecía.

Es reo de ambiciosa villanía
que arrastra por el suelo su hermosura,
y en un lienzo transmite su figura
con mensaje de etérea cercanía.

Es la soberbia humana, deicida,
la insoportable cruz de su interior
que causa la caída y el desgarro.

Tiene el alma angustiada, malherida,
la tristeza es más grande que el dolor
y en su mente palpita añejo barro.

              **

Cargado con la cruz de salvación
camina el redentor, desamparado,
es el justo, por odio condenado
a morir, acusado de traición.

Delante del cortejo, un centurión
y el heraldo, que informa han coronado
al que se dice rey. Y a cada lado,
como insulto, le ponen un ladrón.

Penosamente pasa el buen pastor,
exhausto, maltratado, pero entero,
trasluciendo su espíritu inmortal.

Lleva a cuestas la cruz del desamor,
su peso es superior al del madero,
símbolo de su Reino universal.

              **

Cae tres veces, cansado, el galileo.
Arguyen que no llegará al Calvario.
Para cargar la cruz, feliz gregario,
eligen a Simón, el cireneo.

Jesús yace en el suelo. Un clamoreo
piadoso ante el suplicio sanguinario,
baja hasta Él. Y Cristo, humanitario,
les advierte del mal del pueblo hebreo.

Él es el leño verde, incombustible,
su savia lleva el agua del bautismo
que saciará la sed de eternidad.

El leño sacrosanto e invencible
es pasto del ardor del fanatismo
ciego ante el esplendor de la Verdad.

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QUINTO MISTERIO DOLOROSO:
LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DEL SEÑOR EN LA CRUZ

Pies y manos le clavan sin luchar.
Sus brazos en la cruz, escarnecido,
son un abrazo abierto a quien le ha herido,
consagración de amor sobre el altar.

Llagado, solo y próximo a expirar,
otorga su perdón en un gemido.
Absuelve con el último latido
al infiel que le va a crucificar.

Se olvidó de sí mismo. Con piedad
al buen ladrón por su sentir bendijo
concediéndole el Reino de su Padre.

Sabiendo la polémica hermandad
dijo a María: «Ahí tienes a tu hijo»,
y dijo a Juan: «Ahí tienes a tu Madre».

              **

La ingrata humanidad le ha ajusticiado.
Su queja, su clamor, su amante celo
extraña de su Padre el fiel consuelo:
¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?

Tiene sed de los hombres que ha salvado,
y no acepta el vinagre. Mira al cielo,
triunfante brinda al Padre su desvelo
porque la redención se ha consumado.

Es el fruto del árbol de la vida,
maduro en sacrificio sobrehumano,
rezumando en agraz su savia ungida.

La voluntad de Dios está cumplida,
deposita el espíritu en su mano,
y muere por amor al deicida.

              **

Tembló la tierra, el cielo ennegreció,
un centurión y muchos comprendieron
realmente era Dios al que prendieron
y para ellos la Vida comenzó.

El velo del Santuario se rajó,
el signo de la Antigua Ley perdieron,
con una lanza a Cristo acometieron
y una fuente de gracias le brotó.

Como el gusano de las profecías
se revela ante el mundo el nuevo Abel,
el Ser que descendió de las alturas.

El hijo de María es el Mesías,
es el Rey que unifica esta Babel
y destierra las lápidas oscuras.

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PRIMER MISTERIO GLORIOSO: LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Sus fieles seguidores, sus hermanos,