Error, mísero error, Lidia, si dicen 
los hombres que son justos nos mintieron, 
no hay leyes que sus yugos autoricen.
¿Es justa esclavitud la que nos dieron, 
justo el olvido ingrato en que nos tienen?
¡Cuánto nuestros espíritus sufrieron!
Mal sus hechos tiránicos se avienen 
con las altas virtudes, que atrevidos, 
en tribunas y púlpitos sostienen.
Pregonan libertad y sometidos
nuestros pobres espíritus por ellos, 
no son dueños de alzar ni sus gemidos.
Pregonan igualdad; y esos tan bellos 
amores que les da nuestra pureza 
nos pagan con sus pálidos destellos;
Pregonan caridad; y esta tristeza 
en que ven nuestras almas abismadas 
no mueven su piedad ni su terneza.
¡Ay Lidia! en la niñez siempre olvidadas, 
en juventud por la beldad queridas
somos en la vejez muy desgraciadas.
Paréceme que miran nuestras vidas 
como a plantas de inútiles follajes 
que valen sólo cuando están floridas.
«No han menester jardín, crezcan salvajes,
rindan como tributo su hermosura.» 
¿Qué más osan decir?… ¡Cuántosultrajes!
¡Cuántos ultrajes! Lidia a la criatura 
que tiene un alma pura enamorada 
y un corazón tan lleno de ternura.
¿Verdad que el alma noble está enojada 
de que tantas bondades como encierra 
porque nazca mujer sea desdeñada?
¿Verdad que estamos, Lidia, aquí en la tierra, 
murmurando las hembras sordamente
contra la injusta ley que nos destierra?
No bulle la ambición en nuestra mente 
de gobernar los pueblos revoltosos, 
que es tan grande saber para otra gente.
Ni sentimos arranques belicosos
de disputar el lauro a los varones 
en sus hechos, de guerra, victoriosos.
Lejos de la tribuna y los cañones 
y de la adusta ciencia, nuestras vidas, 
gloria podemos ser de las naciones.
Pero no en la ignorancia, no oprimidas, 
no por hermosas siempre contempladas 
sino por buenas ¡ah! siempre queridas.
¡Oh madres de otra edad afortunadas 
cuán dichosos haréis a vuestros hijos
si en escuela mejor sois enseñadas!
No sufrirán por males tan prolijos 
como aquellos que ya desde la cuna 
tienen en el error los ojos fijos…
Mas, Lidia, cuando el mundo por fortuna
tras de su largo llanto y dura guerra, 
esa feliz prosperidad reúna 
ya estaremos tú y yo bajo la tierra. 
| Badajoz, 1845 
 Carolina Coronado | 
